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Aunque no estaba previsto en el proyecto original y a sugerencia del Advisory Committee del proyecto, hemos compilado las notas de prensa que se publicaron en respaldo a las webinars de Conéctate en formato de e-book. Recomendamos la lectura en pantalla completa. |
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En esta sección se presentan los temas abordados en las notas de prensa publicadas por y a propósito del prgrama |
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Nota publicada por Centro News y Revista Debate - Jueves 30 de noviembre de 2017 |
Estereotipos, roles e inequidad “cuando tu abuela era una niña” En la
primera nota de este ciclo nos preguntábamos ¿de qué hablamos cuando hablamos de
empoderamiento? y llegábamos a la conclusión de que el concepto
alude al poder entendido, no como
dominación sobre los demás, sino como
capacidad de aumentar la auto-confianza, sentir orgullo
por lo que se es, informarse adecuadamente, educarse, organizarse, participar en
la toma de decisiones, negarse a discriminar o a ser discriminados, y aspirar a
y luchar por una vida de mayor calidad y bienestar. Y a lo
largo de la nota, quedaba claro que si bien quienes se empoderan son las
personas, los procesos que llevan desde la vulnerabilidad y la subordinación
hacia el empoderamiento son procesos colectivos, que requieren la toma de
conciencia de que, cualquiera sea el motivo de nuestra falta de poder, “no
estamos solos” en lo que nos pasa. Habiendo
sido Noviembre el mes consagrado a la toma de conciencia acerca de las múltiples
formas con las que se puede presentar la violencia contra las mujeres, en el
marco del Proyecto Conéctate nos ha parecido pertinente realizar un ejercicio de
empoderamiento a través de un viaje hacia atrás en el tiempo, hacia la década de
los años 50 y 60, cuando las mujeres que hoy tienen edad de ser abuelas, eran
niñas. En la
época, desde ese ámbito de la cultura popular que es la publicidad, se
construían imágenes idealizadas de mujeres recluidas en el ámbito de lo
doméstico, sumisas, subordinadas, física y psicológicamente frágiles e
inestables, intelectualmente disminuídas, y avergonzadas de su propio cuerpo. Y
es importante poder recordar y analizar esas imágenes y los mensajes que
trasmitían porque no existe empoderamiento sin reflexión y sin memoria. Ese
ejercicio de traer hacia nosotros viejas imágenes de un mundo no tan lejano y
leerlas no desde el punto de vista del producto comercial que trataban de vender
(desodorantes, jabones, planchas, vajilla, máquinas de coser, juguetes para
niños, hamburguesas o ansiolíticos) sino desde la perspectiva del producto
simbólico que buscaban normalizar y perpetuar (mujeres felices resignándose a
ocupar los roles subordinados que les habían sido dados en función del sexo con
el que habían nacido o mujeres histéricas o inadecuadas que no saben darle al
hombre lo que el Hombre necesita) busca ser un ejercicio de empoderamiento en
dos sentidos. El
primero, recordarle a las mujeres que hoy tienen 50 o más años que si ellas
pudieron salir de ese mundo en el que la desigualdad no sólo estaba consentida
sino que era algo socialmente valorado, no fue porque alguien magnánimo y
poderoso hubiera decidido súbitamente emanciparlas y regalarles la posibilidad
de estudiar, trabajar, llevar vidas independientes, valerse por sí mismas y
tener control de sus propio cuerpo y de su sexualidad, sino que fue el fruto de
la suma y la amalgama del esfuerzo de millones de mujeres que resistieron
-muchas veces en soledad- dentro y fuera de sus hogares, se asociaron a pesar de
las críticas que recibían, se hicieron fuertes y llegaron a ser capaces de
protagonizar la mayor y más radical reforma social que haya presenciado el siglo
XX. El
segundo, recordarle a las mujeres jóvenes que hoy podrían llegar a pensar que el
mundo que han recibido se hizo solo, que fue siempre así y que es inamovible,
que para conservar lo que ese mundo tiene de bueno y para cambiar lo que sigue
siendo inadmisible (las brechas salariales, la violencia, el no reconocimiento
de las tareas reproductivas y de cuidados como trabajo) les será imprescindible
mirarse en el espejo de quienes fueron capaces de resquebrajar y hacer saltar en
pedazos estructuras injustas que parecían eternas.
Ese viaje
hacia atrás para analizar imágenes publicitarias de una época en que las mujeres
cambiaron el mundo tendrá lugar a través de una webinar del proyecto Conéctate
el día 2 de diciembre a las 10 am y para registrarte puedes ir a
www.latinasentoronto.org
CONÉCTATE - El Futuro ante ti
(un proyecto financiado por el Ministry of Seniors Affairs de Ontario y apoyado
por el Hispanic Canadian Heritage Council y el Departamento de Español de la
Universidad de Toronto) propone, a través del uso de las tecnologías de la
información y la comunicación, promover el diálogo y el intercambio de
experiencias y conocimientos entre diferentes generaciones de la comunidad de
origen latinoamericano. |
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Nota publicada por Centro News y Revista Debate - Jueves 9 de noviembre de 2017 |
¿De qué hablamos cuando hablamos de
empoderamiento?
Cuando se trabaja en temas de promoción y
fortalecimiento comunitario, es común
utilizar o escuchar la palabra
“empoderamiento” y como suele ocurrir con
este tipo de conceptos complejos, a medida
que su uso se extiende, su significado se
desvanece. Las palabras, como las hadas de
los cuentos infantiles, tienen esa magia y
llegan a convencernos de que basta decir que
hacemos algo para que eso que decimos que
hacemos se haga realidad.
Cuando se comienza a notar que sucede algo
así, para evitar que los términos se
ahuequen y que su significado se pervierta o
vanalice, es útil realizar un ejercicio
breve que consiste en preguntarse: ¿de qué
estamos hablando?
En este caso, y del mismo modo en que
Raymond Carver se preguntaba ¿de qué
hablamos cuando hablamos de amor? cabe
cuestionarse ¿de qué hablamos cuando
hablamos de empoderamiento? y mirar hacia
atrás, para encontrarnos con quienes
comenzaron a usar el concepto.
Según la definición más aceptada, el
empoderamiento es “el
proceso mediante el cual las personas
fortalecen sus capacidades, confianza,
visión y protagonismo en cuanto grupo
social, para impulsar cambios positivos en
las situaciones que viven, basados en el
libre acceso a la información y la
participación inclusiva.
De la definición, surgen tres aspectos claves del empoderamiento que
muchas veces, cuando la palabra comienza a
usarse desaprensivamente, quedan
invisibilizados y se olvidan.
En primer lugar, se nos habla de
un
proceso, es decir de algo que necesita un desarrollo en el tiempo. El
empoderamiento no es algo que vaya a suceder
de pronto, por un acto de voluntad o de
repentina lucidez, sino algo que merece y
requiere esfuerzo continuado. Activismo y
convencimiento.
En segundo lugar, y siempre de acuerdo a la definición, si bien el
empoderamiento es algo que refiere a las
personas, no se trata de un proceso de
desarrollo individual sino que
requiere conciencia, aprendizaje y accionar
colectivo. Que nos reconozcamos como parte
de un grupo social que comparte determinadas
características y que se plantea
determinados cambios en las situaciones que
viven sus integrantes.
Y en tercer lugar (y esto es fundamental), se requiere que las personas
involucradas tengan un
amplio y libre acceso a la información
que necesitan (porque es muy difícil
plantearse cambios a situaciones que no se
comprenden plenamente) y que
participen activa, determinante, inclusiva y democráticamente.
Cada una de estas características sin las cuales no existe
empoderamiento real se comprenden mejor si
hacemos ese ejercicio que proponíamos, de
mirar hacia atrás para encontrarnos con
quienes acuñaron el concepto.
El concepto de
empoderamiento tiene su
origen en las enseñanzas del educador
popular Paulo Freire y su desarrollo teórico
estuvo ligado a los estudios de género y los
feminismos de la llamada “segunda ola”. Su
aplicación fue propuesta por primera vez a
mediados de los 80 por una red de grupos de
mujeres e investigadoras (Direct Action
for Women Now), para
referirse al proceso a través del cual las
mujeres comenzaban a reclamar equidad
(material y simbólica) e incrementaban sus
capacidades y protagonismo en todos los
ámbitos.
Poco a poco, la aspiración al empoderamiento
se extendió a otros colectivos vulnerables,
definidos por la edad, la etnicidad, los
ingresos, las preferencias sexuales, etc. y
es vital entender que el concepto
se relaciona con el poder entendido, no como dominación
sobre los demás, sino como
capacidad de aumentar la auto-confianza, sentir orgullo
por lo que se es, informarse adecuadamente,
educarse, organizarse, participar en la toma
de decisiones, negarse a discriminar o a ser
discriminados, y aspirar a y luchar por una
vida de mayor calidad y bienestar. Poder no
sobre los otros, sino
con
ellos.
Esta larga introducción nos pareció
necesaria para lo que aspiramos a hacer en
las próximas semanas a través de esta
columna: dar cuenta de la construcción de
una plataforma de educación a distancia
creada por y para adultos mayores de nuestra
comunidad y desarrollar para los lectores de
Centro los temas que se tratarán en ella.
CONÉCTATE - El Futuro ante ti
que lleva adelante Latin@s en Toronto con
financiación del Ministry of Seniors Affairs
de Ontario y el apoyo del Hispanic Canadian
Heritage Council y el Departamento de
Español de la Universidad de Toronto
pretende, a través del uso de las
tecnologías de la información y la
comunicación, informar e incluir a los
adultos mayores de habla hispana y promover
el diálogo entre diferentes generaciones,
colaborando en la construcción de individuos
resilientes, familias integradas y una
comunidad capaz de empoderarse a sí misma y
empoderar a sus miembros más vulnerables.
Información completa en:
www.latinasentoronto.org |
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Nota publicada por Centro News y Revista Debate - Jueves 16 de noviembre de 2017 |
Roles, estereotipos e inequidad "cuando tu abuela era una niña"
En la primera nota de este ciclo nos
preguntábamos ¿de qué hablamos cuando
hablamos de empoderamiento? y llegábamos a
la conclusión de que el concepto
alude al poder entendido, no como
dominación sobre los demás, sino como
capacidad de aumentar la
auto-confianza, sentir orgullo por lo que se
es, informarse adecuadamente, educarse,
organizarse, participar en la toma de
decisiones, negarse a discriminar o a ser
discriminados, y aspirar a y luchar por una
vida de mayor calidad y bienestar.
Y a lo largo de la nota, quedaba claro que
si bien quienes se empoderan son las
personas, los procesos que llevan desde la
vulnerabilidad y la subordinación hacia el
empoderamiento son procesos colectivos, que
requieren la toma de conciencia de que,
cualquiera sea el motivo de nuestra falta de
poder, “no estamos solos” en lo que nos
pasa.
Siendo Noviembre el mes consagrado a la toma
de conciencia acerca de las múltiples formas
con las que se puede presentar la violencia
contra las mujeres, en el marco del Proyecto
Conéctate nos ha parecido pertinente
realizar un ejercicio de empoderamiento a
través de un viaje hacia atrás en el tiempo,
hacia la década de los años 50 y 60, cuando
las mujeres que hoy tienen edad de ser
abuelas, eran niñas.
En la época, desde ese ámbito de la cultura
popular que es la publicidad, se construían
imágenes idealizadas de mujeres recluidas en
el ámbito de lo doméstico, sumisas,
subordinadas, física y psicológicamente
frágiles e inestables, intelectualmente
disminuídas, y avergonzadas de su propio
cuerpo. Y es importante poder recordar y
analizar esas imágenes y los mensajes que
trasmitían porque no existe empoderamiento
sin reflexión y sin memoria.
Ese ejercicio de traer hacia nosotros viejas
imágenes de un mundo no tan lejano y leerlas
no desde el punto de vista del producto
comercial que trataban de vender
(desodorantes, jabones, planchas, vajilla,
máquinas de coser, juguetes para niños,
hamburguesas o ansiolíticos) sino desde la
perspectiva del producto simbólico que
buscaban normalizar y perpetuar (mujeres
felices resignándose a ocupar los roles
subordinados que les habían sido dados en
función del sexo con el que habían nacido o
mujeres histéricas o inadecuadas que no
saben darle al hombre lo que el Hombre
necesita) busca ser un ejercicio de
empoderamiento en dos sentidos.
El primero, recordarle a las mujeres que hoy
tienen 50 o más años que si ellas pudieron
salir de ese mundo en el que la desigualdad
no sólo estaba consentida sino que era algo
socialmente valorado, no fue porque alguien
magnánimo y poderoso hubiera decidido
súbitamente emanciparlas y regalarles la
posibilidad de estudiar, trabajar, llevar
vidas independientes, valerse por sí mismas
y tener control de sus propio cuerpo y de su
sexualidad, sino que fue el fruto de la suma
y la amalgama del esfuerzo de millones de
mujeres que resistieron -muchas veces en
soledad- dentro y fuera de sus hogares, se
asociaron a pesar de las críticas que
recibían, se hicieron fuertes y llegaron a
ser capaces de protagonizar la mayor y más
radical reforma social que haya presenciado
el siglo XX.
El segundo, recordarle a las mujeres jóvenes
que hoy podrían llegar a pensar que el mundo
que han recibido se hizo solo, que fue
siempre así y que es inamovible, que para
conservar lo que ese mundo tiene de bueno y
para cambiar lo que sigue siendo inadmisible
(las brechas salariales, la violencia, el no
reconocimiento de las tareas reproductivas y
de cuidados como trabajo) les será
imprescindible mirarse en el espejo de
quienes fueron capaces de resquebrajar y
hacer saltar en pedazos estructuras injustas
que parecían eternas.
Ese viaje hacia atrás para analizar imágenes
publicitarias de una época en que las
mujeres cambiaron el mundo tendrá lugar a
través de una webinar del proyecto Conéctate
el día 2 de diciembre a las 10 am y para
registrarte puedes ir a
www.latinasentoronto.org
CONÉCTATE - El Futuro ante ti
(un proyecto financiado por el Ministry of
Seniors Affairs de Ontario y apoyado por el
Hispanic Canadian Heritage Council y el
Departamento de Español de la Universidad de
Toronto) propone, a través del uso de las
tecnologías de la información y la
comunicación, promover el diálogo y el
intercambio de experiencias y conocimientos
entre diferentes generaciones de la
comunidad de origen latinoamericano. |
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Nota publicada por Centro News y Revista Debate en dos partes - Jueves 11 y jueves 18 de enero de 2018 |
Envejecimiento poblacional e inmigración [1] Un debate imprescindible en el que tenemos cosas por decir. Entre los temas más acuciantes de nuestro tiempo existen dos con naturalezas diferentes pero que están íntimamente ligados entre sí: el envejecimiento poblacional y las migraciones y desplazamientos poblacionales desde zonas en conflicto y/o menor desarrollo hacia el mundo desarrollado. Veamos algunas características del primero para analizar más adelante el modo en que se vinculan entre sí. El envejecimiento poblacional es el aumento del porcentaje de personas de edad y la disminución del porcentaje de personas jóvenes en una sociedad. Sus causas son, por un lado, el descenso sostenido de la cantidad de hijos que tiene cada mujer y, por otro, el aumento de la expectativa de vida de las personas de más edad. Ambos fenómenos han estado ligados, desde hace más de un siglo al industrialismo, la urbanización y los avances científicos y técnicos (sobre todo en lo referido a la salud). Desde mediados del siglo XX se han sumado a dichos factores el mejoramiento de los métodos contraceptivos, la entrada masiva de las mujeres al mundo laboral y a la educación, así como la tendencia creciente a que se respeten sus derechos de decisión sobre sus propios cuerpos. El envejecimiento poblacional es, como podemos deducir, una consecuencia inseparable del desarrollo social y económico de las sociedades modernas y, vale la pena remarcarlo, se trata de algo que sucede por primera vez en la historia y para lo cual, por lo tanto, nuestra especie y nuestra cultura no tienen experiencia adquirida ni herramientas adecuadas. Se trata de un proceso de largo plazo que seguirá su tendencia creciente a nivel mundial por al menos 4 décadas más y lo que está previsto es que para entonces los porcentajes de personas de edad y de personas jóvenes se equilibren, pero sin que la tendencia se revierta. Esta situación presenta riesgos y oportunidades, pero básicamente es un enorme desafío que la humanidad tiene por delante en los más diversos terrenos: el urbanismo, la salud pública, los sistemas de cuidados, las estructuras familiares o la seguridad social. Para no detenernos en cada uno de ellos, analicemos el último. Nuestros sistemas de pensiones tienen un componente esencial de solidaridad intergeneracional, es decir que las pensiones de las personas que se retiran no equivalen a lo que han ahorrado, sino que son el resultado de los aportes que hacen al sistema las personas que están en actividad. Cuando la relación entre la cantidad de personas que aportan y la cantidad de personas que se retiran es, por ejemplo, de 4 a 1, el sistema es sustentable y genera recursos extra. Cuando esa misma relación pasa a ser de 2 a 1 y la expectativa de vida de los retirados crece considerablemente, es previsible que el sistema, si no es reformulado de alguna forma, colapse. Las estrategias más ensayadas para evitar ese colapso, si bien tienen cierta racionalidad desde el punto de vista económico, conllevan una buena dosis de crueldad e injusticia: recortar las pensiones para que la masa de dinero aportada se reparta en porciones más pequeñas, y aumentar la edad de retiro para que el número de beneficiarios disminuya, lo que equivale a ir eliminando las consecuencias del problema mientras el problema se agrava. Es cierto que hay personas que no sólo están en condiciones sino que además desean trabajar por encima de los 65 años de edad… Pero eso no es cierto para todas las personas ni para todas las actividades y existen circunstancias en las que es imposible o es socialmente rechazado y basta ver los enfrentamientos que la reforma previsional provocó en Argentina sobre fines de 2017 para aquilatar los riegos que ese tipo de solución acarrea. Por supuesto, existen otras formas de enfrentar el desafío, cada una con sus propios límites y restricciones: 1) aumento de la productividad por trabajador, de modo que menos aportantes cubran con más aportes el déficit generado por el envejecimiento poblacional y, como medida adicional, un impuesto a la robotización, que disminuye el empleo y por lo tanto los aportes que éste genera. 2) Promover la natalidad, es decir incentivar a las familias y en especial a las mujeres a tener más hijos, variante que no sólo no ha tenido éxito en los países en los que se ha ensayado sino que está desaconsejada por organismos internacionales. 3) Implementar políticas inmigratorias que a la vez de reducir los riesgos que algunas personas sufren en sus países de origen, generen demografías sostenibles en los países que las reciben. Este último tema nos concierne particularmente tanto en relación a nuestro pasado personal como a nuestro papel como comunidad activa y responsable hoy. Podemos y deberíamos aportar lo que la vida nos ha enseñado. Retomaremos esta reflexión en la siguiente nota, siguiendo la línea de análisis que Latin@s en Toronto, con el aporte del Demógrafo Héctor Goldar, viene desarrollando en el ciclo de webinars del proyecto Conéctate, financiado por el Ministry of Seniors Affairs de Ontario y apoyado por el Departamento de Español de la Universidad de Toronto y el Hispanic Canadian Heritage Council. Para quienes deseen incorporar elementos a un debate apasionante e imprescindible, les proponemos acceder a la webinar “Envejecimiento poblacional, inmigración e identidad”, disponible gratuitamente en www.latinasentoronto.org y hacernos llegar sus opiniones. Envejecimiento poblacional e inmigración [2] Un debate imprescindible en el que tenemos cosas por decir. Veíamos en la nota anterior que una de las estrategias posibles para enfrentar los retos que el envejecimiento poblacional le plantea a las sociedades modernas, es la utilización de políticas inmigratorias diseñadas con ese fin. Y en realidad, si se analiza la historia de las políticas inmigratorias canadienses, podemos ver que desde finales del siglo XIX Canadá ha realizado esfuerzos por suplir un déficit poblacional crónico, con la importación de población en ocasiones en escala gigantesca. No es posible repetir en esta nota el análisis pormenorizado de las diferentes oleadas inmigratorias llegadas a Canadá que se ha realizado en el marco del Proyecto Conéctate, pero si vale anotar aquí alguna de sus características. Las políticas inmigratorias canadienses hasta los años posteriores a la segunda guerra mundial estuvieron orientadas con ahínco al ingreso de población definida oficialmente como “blanca” y al desaliento o la prohibición directa del ingreso de poblaciones “de color”. Las poblaciones definidas como “blancas” y de las que se presumían condiciones morales superiores y una adaptabilidad mayor a la realidad social y geográfica del país eran aquellas provenientes del oeste, norte y (con algunas limitaciones) el centro de Europa, con expresa exclusión de las poblaciones originarias del Sur del continente. Estas políticas que hoy no dudaríamos en catalogar como abiertamente racistas, estaban originadas en una creencia muy extendida en el mundo germano-anglosajón acerca de su propia superioridad y en doctrinas pseudocientíficas en boga, conocidas como Darwinismo Social, que dieron justificación luego a aberraciones extremas como el nazismo. Estas políticas inmigratorias, por supuesto, no estaban orientadas a solucionar los efectos del envejecimiento poblacional porque aunque el fenómeno ya estaba en marcha aún no era lo suficientemente visible. La finalidad era simplemente, como decíamos antes, cubrir un déficit de mano de obra con personas capaces de impulsar el desarrollo de un país rico pero prácticamente despoblado con un énfasis muy marcado en el ingreso de mujeres e incluso de menores de edad provenientes de zonas que en aquel momento padecían períodos de hambre, por ejemplo Irlanda o que tenían altas tasas de niños en situación de abandono u orfandad, como Inglaterra. Las diferentes oleadas inmigratorias resultantes tanto de esas políticas como de los acontecimientos que se vivían en los países de procedencia le aportaron a Canadá fuertes contingentes provenientes sobre todo de las Islas Británicas, pero también de los países nórdicos, de Alemania, la Rusia Europea o Ucrania, y fue recién después de finalizada la Segunda Guerra Mundial que, a partir de acuerdos de post-guerra, comenzó el ingreso masivo de italianos, portugueses o griegos desde el Sur de Europa, de población afro-británica desde de islas del Caribe anglófono o de contingentes de exiliados tras acontecimientos críticos pero puntuales, como por ejemplo el caso de los emigrados húngaros tras los levantamientos de 1956. Ahora bien… Esta historia tiene un detalle que no debe pasarnos por alto… Cada una de estas oleadas, si bien implicaba el ingreso de decenas y a veces cientos de miles de personas en cortos períodos de tiempo, tenían características que conspiraban contra su sostenibilidad en el tiempo. En primer lugar, provenían de una zona geográfica demasiado acotada y se trataba de pujos que se detenían en cuanto las condiciones de vida de los países de origen mejoraba. En segundo lugar, casi todas esas poblaciones provenían de países en los que el envejecimiento poblacional ya estaba en marcha. En este aspecto, vale la pena detenernos. Para que la población de un país aumente a un ritmo sostenido deben darse tasas de nacimientos por mujer superiores a 2.1. Por debajo de esas cifras, la población se sostiene o disminuye y, como habíamos visto en la nota anterior, la urbanización y la industrialización son elementos del desarrollo que habían comenzado a limitar la natalidad en Europa desde hacía ya muchas décadas. El resultado de las políticas inmigratorias centradas en la idea de que Canadá sólo debía promover el ingreso de población de origen europeo tuvo en el largo plazo un efecto no buscado pero inevitable: tasas de natalidad muy bajas. Ese fenómeno, sumado a los cambios sociales que las sociedades desarrolladas comenzaron a experimentar en la década de los 60 y que veíamos en la nota anterior (métodos contraceptivos seguros y al alcance de todas las mujeres, ingreso masivo de las mujeres al mundo del trabajo remunerado y a la educación terciaria, etc.) determinaron primero una crisis terminal de las políticas poblacionales del país… y luego un giro inesperado, audaz y determinante. Ese giro es el que nos trajo hasta aquí y el que trajo a la mayor parte de las personas provenientes de China, de la India, del mundo árabe o del Africa sub-sahariana con quienes convivimos, trabajamos o nos cruzamos por la calle. Se trata de nuestra historia y sobre todo de lo que de ella podría aprenderse con miras a un futuro desafiante e incierto. Profundizaremos en ella en siguiente nota, siguiendo la línea de análisis que Latin@s en Toronto, con el aporte del Demógrafo Héctor Goldar, ha desarrollado en el ciclo de webinars del proyecto Conéctate, financiado por el Ministry of Seniors Affairs de Ontario y apoyado por el Departamento de Español de la Universidad de Toronto y el Hispanic Canadian Heritage Council. Para quienes deseen incorporar elementos a un debate apasionante e imprescindible, les proponemos acceder a la webinar “Envejecimiento poblacional, inmigración e identidad”, disponible gratuitamente en www.latinasentoronto.org y hacernos llegar sus opiniones. Envejecimiento poblacional e inmigración [2] Un debate imprescindible en el que tenemos cosas por decir. En las dos notas anteriores hemos realizado un repaso del papel jugado por la inmigración en la historia canadiense y nos hemos detenido en los cambios de las políticas culturales e inmigratorias que se procesaron a lo largo de la década de los ‘70. Dichos cambios implicaron la implementación del multiculturalismo como política cultural oficial y el desarrollo, no siempre libre de obstáculos, de medidas que hicieran del multiculturalismo no un slogan sino una realidad. A su vez, la aceptación del multiculturalismo como horizonte no sólo posible sino también deseable fue la base de sustentación de nuevas políticas inmigratorias que dejaron de estar centradas en la consideración de que las poblaciones no-europeas carecían de las características culturales o morales deseables. Canadá enfrentaba en aquel momento dos situaciones complejas, una de las cuales era evidente y cuya solución se hacía imperiosa, mientras que de la otra no se tenía aún debida conciencia aunque, si la vemos con la perspectiva que da el tiempo, era seguramente más importante. Demos una ojeada rápida a la primera y detengámonos luego en la segunda. Just watch me Durante la década de los 60s la llamada Comisión Real para el Bilingüismo y el Biculturalismo había realizado avances de importancia en lo referente a los equilibrios necesarios entre el Canadá anglófono y el francófono. Esos acuerdos se habían dado fundamentalmente en el terreno del bilingüismo, con el reconocimiento del francés como segunda lengua oficial del país, en pie de igualdad con el inglés. Sin embargo, en el plano social y político continuaban viviéndose tensiones y en octubre de 1970 el Frente de Liberación de Quebec secuestraba y asesinaba al Ministro provincial Pierre Laporte originando lo que se conoce hoy como Crisis de Octubre, durante la cual y tras pronunciar la frase que sería recordada por siempre: “Just watch me”, el Primer Ministro Pierre Trudeau tomó medidas de suspensión de garantías individuales previstas en el War Measures Act. En ese contexto socio-político, el biculturalismo parecía haberse transformado en un objetivo sólo alcanzable en el largo plazo, pero a partir de propuestas realizadas en el seno de la Comisión por comunidades minoritarias como la ucraniana surgió una propuesta alternativa que fue rápidamente aceptada por el gobierno: el reconocimiento de que Canadá merecía ser más que la yuxtaposición geográfica de dos culturas enfrentadas y que para ello se lo debía concebir como un mosaico en el que diferentes culturas podían convivir celebrando sus diferencias. Así, el 8 de octubre de 1971, a un año de la crisis que había puesto al país en uno de sus momentos más difíciles, el mismo Trudeau anunció el multiculturalismo como la nueva política oficial del país, definiéndola como la única capaz de preservar la libertad cultural de cada individuo y dar el debido reconocimiento a la contribución de cada grupo étnico a la conformación de la sociedad canadiense. La niñez como activo imprescindible. Mientras tanto, lo que estaba sucediendo y que llevaría pronto a la modificación de las políticas migratorias, no aparecía en los titulares ni formaba parte de las preocupaciones diarias de casi nadie. Por un lado, las sucesivas olas inmigratorias de origen europeo, a mediados de la década de los 70, estaban llegando a su fin, incluyendo a las olas provenientes de los países del sur del continente que, gracias a la recuperación de sus economías, ya no expulsaban a sus poblaciones. Por otro lado, el descenso de los nacimientos como fenómeno inseparable de la urbanización, el desarrollo social y los derechos de las mujeres, había llevado a que el país tuviera tasas de natalidad cercanas o incluso inferiores a las de reemplazo, con la consecuencia que hemos analizado en las notas anteriores: un acelerado envejecimiento poblacional. Las tendencias demográficas no se ven y no están en la primera plana de los periódicos. Son fenómenos de largo plazo sólo visibles a partir de miradas atentas y desprejuiciadas. Y esas miradas detectaron que Canadá no podía seguir haciendo depender su futuro de la ceguera de quienes consideraban que sólo las personas de origen europeo eran dignas de valor y que las personas provenientes de regiones como Asia, Latinoamérica o África no sólo se integrarían perfectamente a la sociedad que las acogía sino que, además de su trabajo, su experiencia y su cultura aportarían algo invalorable: sus niños. Ese es un factor que hoy más que nunca debemos tener en cuenta ya que es muy fácil (y muy peligroso desde el punto de vista de la cohesión social) visualizar a los y las inmigrantes como personas que llegan a un país a usufructuar algo que ya había, a aprovechar recursos pre-existentes y a competir con quienes llegaron antes. Los y las inmigrantes aportan a las sociedades que los reciben su fuerza, sus conocimientos y sus capacidades. Pero quienes llegaron a Canadá a partir de los 70’s dieron de sí algo que el país necesitaba aún más: futuro y tiempo. Niños y niñas que amortiguaron y retrasaron en más de 15 años los efectos del envejecimiento poblacional y que hoy forman una parte vital de lo mejor que tiene el país que los recibió: su ciudadanía. Quizás sería buena idea dedicar el 8 de octubre a recordar y revalorar lo que la firma del Acta de Multiculturalismo representa, aún hoy, para cada uno de nosotros. Si te interesan estos temas te proponemos acceder a la webinar “Envejecimiento poblacional, inmigración e identidad”, disponible en www.latinasentoronto.org como parte del Proyecto Conéctate, financiado por el gobierno de Ontario. . |
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Estudiantes latinos en la
High School ¿avance,
estancamiento o retroceso?
[1]
Publicado en Centro News y El Debate - 2 de marzo de 2018
Corría 2009… y la comunidad hispanohablante
debió enfrentarse a una realidad que ya no
podía pasar desapercibida. El Censo 2006 del
TDSB había puesto en evidencia que la tasa
de estudiantes de origen latinoamericano que
habían abandonado sus estudios antes de
haberse graduado en Grado 12
estaba
entre las dos más altas de todas las
comunidades consideradas.
A casi una década, en 2018 y 2019, se irán
conociendo los datos del Censo 2017, pero
nos ha parecido pertinente comenzar a
reavivar el debate acerca de este tema ya,
repasando las últimas cifras oficiales
–publicadas entre 2014 y 2015- que si bien
muestran algunos avances respecto a las
conocidas en 2009, son igualmente
preocupantes.
Con ese motivo, el programa Conéctate emitió
el 17 de febrero una Webinar en la que se
repasaron esos datos y se plantearon algunas
interrogantes que intentaremos sintetizar
ahora en 2 grandes titulares ya que también
desde la prensa debemos plantear el debate
sobre las estrategias a seguir.
Latinos en la High School ¿avance o
estancamiento?
Las cifras de 2009 mostraban un abandono
escolar del 36% entre los estudiantes de
origen latinoamericano.
Para contextualizar la gravedad de la
situación basta con decir que esa cifra de
abandonos estaba sólo 4 puntos por debajo de
la peor (40%), 13 puntos por encima de la
media de todas las comunidades (23%) y a
casi 20 puntos de las cifras de la comunidad
mejor situada (13%).
A partir de aquellos resultados, desde el
TDSB se instrumentaron una serie de cambios
en los planes de estudio y en los criterios
de evaluación, que significaron una mejora
general de todos los grupos estudiados (el
latino entre ellos). Y por otro lado, desde
nuestra comunidad, se implementaron varias
iniciativas dirigidas a mejorar el desempeño
de los y las estudiantes.
Tras esos cambios, en 2012, las cifras de
abandono de los estudiantes de nuestra
comunidad había retrocedido
significativamente, al 20%. Si se comparan
las cifras fríamente ese cambio podría ser
visto como un avance importante.
Sin embargo si se le suma a esa cifra la de
quienes no se habían graduado en los tiempos
debidos y por lo tanto no estaban en
situación de alcanzar los créditos
necesarios para ser aceptados en
instituciones de enseñanza post-secundaria,
el porcentaje total ascendía al 30 %.
Comparando esa cifra con el 36% de 2009, es
posible relativizar el éxito obtenido y
estaríamos frente a un virtual
estancamiento.
A esa interpretación de las cifras como un
estancamiento contribuye el hecho de que las
tasas de graduación de los y las estudiantes
de nuestra comunidad (67%) siguen estando en
el segundo peor lugar, a 12 puntos de la
media (79%) y a 20 puntos de la tasa de
graduaciones la comunidad mejor situada
(87%).
Titular 2 – Latinos tras la High
School ¿avance o retroceso?
Todos lo sabemos pero no está de más
recordar que la empleabilidad de los jóvenes
y por lo tanto sus futuro, está directamente
relacionado a su formación para el trabajo.
Una década atrás, sólo el 40% de los puestos
de trabajo de Toronto requerían estudios
post-secundarios. Hoy en cambio la situación
es muy diferente y en los próximos años, de
acuerdo a Deb Matthews, Ministra de Advanced
Education and Skills Development, el 70% de
los nuevos trabajos que se creen en Ontario
requerirán algún tipo de certificación de
ese tipo.
Por lo tanto en el futuro de un o una joven
ya no importa si ha completado sus estudios
de High School, sino cuál será su formación
posterior.
Por esa razón, el avance obtenido por
nuestra comunidad en cuanto a la tasa de
jóvenes que se gradúan en High School, no
sólo puede ser visto como un estancamiento
ya que nos deja, con respecto al resto de
las comunidades en una situación similar,
sino que es, en la perspectiva de largo
plazo, un retroceso.
Veamos por qué podemos decir que estamos
frente a un retroceso, analizando las cifras
de no-aplicación o no confirmación de
aplicación a una institución de enseñanza
post-secundaria por parte de graduados o
graduadas de High School pertenecientes a la
comunidad de origen latinoamericano.
Si sumamos las cifras de no-aplicación y no
aceptación de aplicación, es decir el
porcentaje de quienes no han ingresado al
College o a la Universidad tras haber
finalizado sus estudios secundarios, nos
encontramos con un 61%. Nuevamente, uno de
los dos peores desempeños cuando se comparan
todos los grupos étnicos de Toronto.
En un contexto como el que definía la
ministra Deb Matthews, en el que desaparecen
los viejos trabajos y se crean
incesantemente nuevos trabajos que requieren
nuevas y más avanzadas habilidades, las
personas jóvenes que por la razón que fuere
dejan sus estudios al terminar la High
School están comprometiendo sus vidas
futuras y se están arriesgando a caer en
ciclos de reproducción de la pobreza.
Pero eso bien puede ser el tema de la
próxima nota en la que podremos analizar de
qué modo se vinculan los contextos
familiares y el género con el éxito escolar.
Para ello seguiremos el análisis realizado
en la Webinar ¿Para qué futuro educamos?
del proyecto Conéctate, financiado por el
Ministry of Seniors Affairs de Ontario y
apoyado por el Departamento de Español de la
Universidad de Toronto y el Hispanic
Canadian Heritage Council.
El material utilizado estará disponible a
partir de marzo en
www.latinasentoronto.org. |