A lo largo de los últimos meses, hemos visto repetirse una misma escena en los más diversos frentes y hemos escuchado la misma palabra aplicada a las más diversas cuestiones.

La escena es la de un gobierno provincial que no parece poder ofrecer otra novedad que austeridad y ahorro compulsivos. La palabra mágica, en tanto, ha sido y seguramente seguirá siendo: recortes.

Nos hemos habituado a escuchar hablar de recortes en las instituciones de salud, en el sistema de enseñanza, en los organismos dedicados a la investigación y la ciencia o en las agencias que brindan servicios a los sectores de la población más vulnerable, desde recién llegados, hasta adultos mayores, mujeres víctimas de violencia o niños que sufren autismo.

Y vemos recortes presupuestales en el sistema de bibliotecas, en el de transporte, en las organizaciones que se ocupan de las necesidades de vivienda digna y seguridad alimentaria para los sectores más carenciados, o en los servicios jurídicos, los cuidados pre-escolares, o el manejo y tratamiento de las adicciones.

Esos recortes afectan los salarios de quienes trabajan en esas instituciones, los presupuestos destinados a cubrir vacantes o mejorar infraestructuras y las posibilidades de las organizaciones de la sociedad civil para desarrollar proyectos o programas que contribuyan a no dejar caer aquellas áreas de las que el Estado se retira o a cubrir las funciones que no cumple. Por poner sólo algunos ejemplos de esto último, podemos mencionar lo relacionado con la brecha salarial entre mujeres y hombres, el cambio climático, el tratamiento de los residuos tóxicos o los retrasos en la enseñanza secundaria de los estudiantes de algunas comunidades como la nuestra.

Que los recortes no sólo afecten una gama tan inmensa de actividades sino que lo hagan de manera transversal en cada uno de los procesos involucrados en dichas actividades, implica que inciden, de mil y una formas perversas y con frecuencia poco visibles, en cada minuto de nuestra vida diaria… y lo hacen de modo especial si somos inmigrantes, si somos mujeres, si tenemos dificultades idiomáticas, si sufrimos alguna limitación en nuestras capacidades de autonomía o si formamos parte de lo que en Canadá se denominan “minorías visibles”.

Pero por terrible que pueda parecer el panorama cuando se mencionan todas estas calamidades juntas, hay algo que no se puede negar: todo esto fue anunciado. Se trata de políticas coherentes tanto con lo que el partido que hoy está en el gobierno provincial anunció en su momento, como con sus principios y su trayectoria.

Por esa razón si justo es que tratemos de evitar estos males en todo lo que nos sea posible, lo lógico sería que nos preocupemos más en evitar que nos vuelva a suceder, en especial teniendo en cuenta que en unos pocos meses estaremos eligiendo el próximo gobierno federal.

Lo que importará entonces, será poder discernir entre quienes tienen una propuesta basada en el provecho individual, el egoísmo y la falta de solidaridad y quienes nos propongan salidas consensuadas, inclusivas y constructivas. Entre los cantos de sirena dirigidos a que desconfiemos de la política y quienes se dirijan a nosotros utilizando palabras imprescindibles como ciudadanía o igualdad. Entre quienes promuevan la dejadez, la resignación y la tontería y quienes nos convoquen a participar.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Nombre *